El académico del Departamento de Sociología de la Universidad de Concepción, Dr. Rodrigo Ganter Solís, participó recientemente en un reportaje de Noticias UdeC que abordó los resultados del último estudio del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda), el cual reveló que las adolescentes mujeres lideran las tasas de consumo de marihuana, inhalables y tranquilizantes sin receta en el país.
Aunque el consumo general de drogas entre escolares ha disminuido, el fenómeno presenta matices preocupantes cuando se observa desde la perspectiva de género. En palabras del Dr. Ganter, este patrón “no puede explicarse desde un solo factor”, sino que responde a una compleja trama social marcada por la precariedad y la pérdida de referentes. El académico identifica familias en situación de vulnerabilidad, figuras adultas de apoyo debilitadas, escuelas desbordadas y barrios degradados como parte de un entramado que favorece la normalización del consumo entre jóvenes.
A esta lectura sociológica se suman los aportes de la Dra. Carmen Gloria Betancur Moreno, académica del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental de la Facultad de Medicina UdeC, quien destaca que las adolescentes presentan mayores niveles de ansiedad y depresión que sus pares varones. En sus palabras, estos cuadros “podrían explicar el uso de sustancias como una estrategia para enfrentar el malestar emocional”, fenómeno que se ve reforzado por la presión social y la amplia disponibilidad de drogas en sus entornos.
Ambos especialistas coinciden en que el consumo no debe analizarse únicamente como un problema individual, sino como una práctica social y culturalmente mediada. En este sentido, el Dr. Ganter señala que el consumo de sustancias en la adolescencia muchas veces “opera como una forma de búsqueda de reconocimiento, de pertenencia grupal y de exploración compartida de experiencias”, especialmente en contextos donde las instituciones tradicionales —como la escuela o la familia— han perdido capacidad de contención.
Por su parte, la Dra. Betancur advierte sobre un fenómeno que denomina “malentendido de la equidad de género”, donde algunas adolescentes asocian la igualdad con “igualarse en los consumos” de alcohol o marihuana, sin considerar las diferencias biológicas ni las consecuencias sociales que esto puede acarrear. “No somos iguales físicamente, y las mujeres tienden a tolerar menos el alcohol y otras sustancias. Sin embargo, la presión por demostrar igualdad puede llevar a prácticas más riesgosas”, explica la especialista.
Desde una perspectiva integral, el Dr. Ganter subraya la importancia de distinguir entre consumo ocasional y problemático, ya que este último tiene repercusiones que trascienden lo individual: “Afecta las trayectorias escolares y laborales, deteriora los vínculos familiares y puede generar aislamiento social”. En el caso de las mujeres, agrega la Dra. Betancur, estas consecuencias suelen ser más severas, pues el consumo problemático puede “dificultar el acceso o la permanencia en el trabajo, y afectar las posibilidades de desarrollo personal y social”.
Tanto desde la sociología como desde la salud mental, ambos académicos coinciden en que el abordaje del consumo juvenil debe ser multidimensional. No se trata solo de prohibir o sancionar, sino de construir estrategias preventivas y comunitarias que fortalezcan los vínculos, promuevan el bienestar y devuelvan sentido a los espacios educativos y familiares.
El reportaje completo está disponible en Noticias UdeC.