El viernes 14 del presente, en el auditorio Jaime Baeza se llevó a cabo la ceremonia de titulación de los 46 nuevos sociólogos que se formaron bajo el alero de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Concepción.
La ceremonia comenzó con las palabras de la Dra. Lucía Saldaña, docente del Departamento de Sociología y directora de Equidad de Género y Diversidad de la UdeC, quien recordó el paso por las aulas de los nuevos profesionales.
La solemnidad prosiguió con el emocionante discurso del Jefe de Carrera de Sociología, Mauricio Retamal, quien resaltó la solidaridad y el compromiso con el entorno social de los graduados.
“Esta tarde concluye una importante etapa de su vidas y, seguramente, tendrán múltiples y contradictorios sentimientos. Algunos o algunas sentirán una alegría enorme por alcanzar una significativa meta personal, pero también tendrán interrogantes de lo que ocurrirá de aquí en adelante. Yo por mi parte les invito a atesorar la rigurosidad disciplinar, la vocación solidaria y la capacidad de asombro como sus bienes más preciados, ya que son cualidades que les permitirán superarse permanente y comprometerse con las causas emancipadoras. Aprovechando mi paso por este estrado, quiero agradecerles especialmente por contribuir a que Chile sea mejor y por sostener convicciones colectivas que han sido capaces de iluminar al conjunto del país. También debo agradecerles que con sus demandas se ha cuestionado profundamente la naturalización de este modelo económico-social y sus formas de dominación, lo que nos ha permitido a todos y a los demás a soñar y caminar hacia un mundo mejor”, expresó el docente.
Tras un interludio musical a cargo de la guitarrista Isabel Almeyda Durán, se realizó la entrega de certificados y distinciones.
Este año, el reconocimiento al rendimiento académico fue para Valentina Durán Acuña. El premio al compromiso con la carrera y los valores universitarios recayó en Álvaro Arancibia Muñoz, mientras que el premio “Nelson Gutiérrez” -que valora el compromiso social en el pregrado- terminó en manos de Li Núñez Capriles.
El último homenajeado fue el sociólogo Marcelo Sanhueza Vallejos, quien recibió el galardón por su persistencia y espíritu de superación.
El cierre de esta ceremonia estuvo a cargo de Álvaro Arancibia, quien compartió algunas reflexiones en representación de la nueva generación de sociólogos y sociólogas UdeC.
“Este nuevo estatus de graduado, dentro de toda posición en la estructura social, crea ciertos roles que se espera que podamos desempeñar. Parafraseando a Wright Mills, la primera tarea política e intelectual de quienes desempeñan la Sociología consiste en poner en claro los elementos de malestar e indiferencia contemporáneos. En ese sentido, no tengo dudas de que contarnos con las herramientas teóricas y metodológicas para desempeñar adecuadamente este rol. No obstante, este desempeño no es una reproducción mecánica de conocimientos técnicos y teóricos, sino que, principalmente, nos debiese obligar a considerar también los alcances éticos que conlleva. En nuestro trabajo como profesionales es importante dialogar con otros; traducir las condiciones, el sentido, la subjetividad y las relaciones de otros. Y en esa tarea se plantea, implícitamente, una relación de poder, ya que cada conclusión elaboramos a partir de observaciones no son inocuas y, aunque queramos o no, todo el que emplea su vida al estudio de la sociedad y a socializar sus resultados debe preocuparse de trabajar con una gran responsabilidad social y política”, recalcó Arancibia.
Discurso completo del ex alumno y nuevo sociólogo Álvaro Arancibia Muñoz:
“Palabras de Compañeras, compañeros… colegas.
Hoy estamos reunidos para realizar en conjunto un ritual de paso. Si bien materialmente ya hemos conseguido el estatus de sociólogos y sociólogas, la teatralidad de este acto simbólico realizado en conjunto a nuestros seres queridos y todos y todas quienes componemos la comunidad del Departamento de Sociología de la Universidad de Concepción, nos permite darle sentido, afecto y contenido a este paso entre nuestro antiguo estatus de estudiantes de sociología al de ocupar el de profesionales de la disciplina.
Este nuevo estatus, como toda posición dentro de la estructura social, trae prescritos ciertos roles que se espera podamos desempeñar. Parafraseando a Wright Mills, la primera tarea política e intelectual de quienes desempeñan la sociología consiste en poner en claro los elementos de malestar y de indiferencia contemporáneos.
No tengo dudas de que contamos con las herramientas teóricas y metodológicas para desempeñar adecuadamente este rol. Pero este desempeño no es una reproducción mecánica de conocimientos técnicos y teóricos, sino que, principalmente, nos debiese obligar a considerar también los alcances éticos que conlleva, ya que, la osadía de establecer al mundo de la vida cotidiana como nuestro foco de observación para comprenderlo y explicarlo, nos implica el hecho de hablar por otros, traducir las condiciones, el sentido, la subjetividad y las relaciones de otros.
Hablar por otros, explicar a otros, plantea implícitamente una relación de poder, ya que las conclusiones que podamos elaborar a partir de las observaciones no son inocuas. Porque, como plantea Mills, lo queramos o no, o seamos conscientes o no, todo el que emplea su vida al estudio de la sociedad y en socializar sus resultados, está obrando moralmente y, por lo general, políticamente también.
Como plantea Jean Paul Sartre, como individuos estamos condenados a ser libres y, por lo tanto, somos responsables de nuestras acciones. Su contraparte, es el actuar de mala fe, o sea, pretender que una acción es necesaria siendo que en realidad es voluntaria. Actuar de mala fe es una huida de la libertad, una evasión fraudulenta de la agonía de la elección.
Si el resultado de nuestro trabajo de observación de la sociedad es un acto moral y político, parafraseando a Peter Berger, todo sociólogo o socióloga puede ser tanto un agente de sabotaje al status quo, así como también, un asistente putativo de la opresión. Esta dificultad ética se plasma en el hecho de que la comprensión sociológica puede convertirse en un vehículo de mala fe. Por lo tanto, como sujetos libres, conscientes y éticos, debemos preguntarnos entonces ¿Sociología para qué? ¿Sociología para quién o para quiénes?
Así, la promesa planteada hace 59 años por Mills mantiene su vigencia en nuestro contexto histórico, político y social. Dicha promesa, que nos hace recordar nuestros primeros tiernos días dentro de la carrera y que hoy en este ritual de paso podemos levantar como consigna propia, nos plantea el llamado a atender la diversidad de la historia, de la biografía y de la sociedad, para mantener vivo el impulso reformador de la sociología.
Cuando la desesperanza, el deterioro moral, el temor a la otredad, la discriminación, el racismo, el odio, y el avance del fascismo amenazan a la humanidad, colegas, debemos aportar con nuestros conocimientos y habilidades, desde el espacio en el cual podamos desempeñar la profesión, trabajando de manera responsable, transparente y ética. No solo con los fundamentos teóricos y metodológicos propios de la disciplina, sino, principalmente, con aquellos por los cuales tenemos la osadía de hablar. Debemos ser fieles a las relaciones entre biografía, historia y estructura, empáticos con los sujetos y comunidades con quienes trabajamos, y transparentes al momento de devolver los conocimientos levantados a partir de estos, evitando que nuestros aportes se conviertan en oscuros compendios conceptuales que nada tengan que aportar a la comprensión de los sucesos de la vida en sociedad.
En tiempos de indolencia, tomémonos la escucha activa, comprensiva y empática del otro como bandera de lucha. En tiempos de odio, tomemos el afecto y la colaboración como armas de batalla. En tiempos de egoísta posverdad, aprovechemos nuestras habilidades y conocimientos para comprender y cuestionar aquellas definiciones previas de la situación que sean injustas y que perpetúen y justifiquen la violencia.
Para terminar, quisiera agradecer a todas y todos quienes nos han acompañado en este proceso. Agradecer a las y los docentes de nuestra carrera, quienes no solo nos socializaron en la disciplina, sino que también nos vieron crecer y nos brindaron consejos y palabras de apoyo en tiempos de duda. Agradecer a todas y todos quienes permiten que el departamento y la carrera se mantengan funcionando día a día, y que siempre nos reciben con una sonrisa para ayudarnos; a nuestra Alejandra, a nuestra Érika, a nuestra Fanny, a nuestro Jonathan, y por supuesto, enviar energía y apoyo a nuestro Pablo.
Agradecer sin dudas a nuestras familias, amigos y compañeras y compañeros de vida, quienes con su amor, sus cuidados, sus consejos y apoyo, se convierten en un pilar fundamental de los humanos en los que nos hemos convertido, y en un cálido refugio en tiempos de tempestad. Sin dudas, sin su comprensión y apoyo no estaríamos aquí.
Por último, pero no menos importante, agradecer y recordar a todos y todas quienes, por caprichos de la vida, no pueden estar hoy de manera física con nosotros, pero que están presentes siempre en nuestros pensamientos y en nuestros actos”.